23 ene 2009

Respuestas de los gobernadores a la despenalización

Capitanich (Chaco): no sabe que pensar, está esperando que los demás piensen por él, a ver que piensa.
Binner (Santa Fe): "Considero que un enfermo (adicto) no es un criminal." Es verdad, ¿entonces? Qué hacemos: despenalizamos o no?
Macri (Ciudad un poquito autónoma de Buenos Aires): "La droga alcanzó un nivel social alarmante, lo importante es la lucha contra la drogadicción. No se puede considerar delincuentes a los que consumen, pero el Estado no se puede deslindar de sus responsabilidades." ¿Cuáles responsabilidades? ¿La administración de justicia o la protección de la propiedad y la vida?
Das Neves (Chubut): "Pido que las decisiones que toma la Rosada sean consultadas con los gobernadores." ¿Es decir que si no lo dejan ser parte de la tiranía, la tiranía no vale?
Scioli (Buenos Aires): "Detrás de la ferocidad de los crímenes casi siempre hay drogas. Por eso no hay que despenalizarla." En estadística se llama error de inclusión. La pregunta correcta es cuántos de los adictos cometen crímenes, la respuesta, poquísimos. Los adictos entre los consumidores son una minoría pequeña, como los adictos al alcohol entre los que gustan del buen vino. Estudios serios muestran que la mayoría de los criminales comenzaron a consumir droga después de delinquir, una de las razones es que cuando se comete un delito bajo el efecto de estupefacientes, algunas legislaciones lo consideran un atenuante, no un agravante, como debería ser. Además Scioli no considera los crímenes cometidos por la policía que interviene en procedimientos antidroga, la corrupción de jueces y políticos, las víctimas inocentes de procedimientos policiales o lucha por territorios, la enorme cantidad de dinero que, de no ser destinada a la "guerra contra la droga", evidentemente perdida, podría destinarse a cosas más útiles, por ejemplo el tratamiento de los adictos que realmente quieren recuperarse.
Schiaretti (Córdoba): "Estoy en contra de cualquier ley que facilite el acceso de narcóticos a la población." No dijo nada del Benadryl, el valium, el rohypnol, el alcohol, el tabaco. Ah, también está en contra de cualquier ley que facilite a la población el control de la gestión pública, la transparencia electoral, el acceso de los ciudadanos a los cargos electivos...
Alperovich (Tucumán): "Cuanto más cueste consumir drogas, mejor". Para los vendedores obviamente, porque el precio sube...
Alderete (sec. prov. de prev. de adicciones, Jujuy): "Estoy de acuerdo con humanizar el tratamiento, pero no con despenalizar el consumo." Y eso, ¿cómo se hace?
Zottos (vicegobernador Salta): "No es la solución." ¿Entonces cuál es? ¿Sabrá cuál es el problema?
Jaque (Mendoza): "No es aconsejable. No es penalizar para que la persona vaya presa, es para que la Justicia, con el auxilio del Estado, tenga un correcto acompañamiento para salir de un flagelo que está haciendo mucho daño". Eh, ¿qué quiso decir?
Peralta: "A Santa Cruz nadie le preguntó, nosotros tenemos nuestra propia problemática". ¿Cuál problemática? ¿Tratar de que no les quiten los pagos coercitivos que hacemos los vecinos de Buenos Aires en las boletas de luz? Cuando se refiere a Santa Cruz, ¿a quién se refiere exactamente?
Gioja (San Juan): "No me gusta la despenalización, si bien nadie quiere perseguir a los que consumen, no creo que se vayan a entender los límites". No, la gente es boluda, no entiende nada y necesitamos que vos nos lo expliques. Por otra parte, qué importa lo que te gusta o lo que querés, acá de lo que se trata es del derecho de los otros.
Beder Herrera (La Rioja): "La despenalización es uno de los pocos puntos que lo separan del gobierno". Ah bueno, me quedo más tranquilo...
César Pérez (ministro de Justicia, Neuquén): "Decidimos no polemizar sobre lo inevitable. Lo importante es pensar el día después". Eh! ¿Después de qué?
Julio Cleto (Vicepresidente): No está de acuerdo. El foco del debate debería estar en la ayuda al adicto y evitar el crecimiento del consumo. "En Mendoza hicimos foco en la diversión sana". Ayudar al adicto está fenómeno, ahora ¿quién paga? ¿El Estado? Es decir, los que no consumen pagan la recuperación de los que decidieron quemarse el cerebro? Argumento difícil de sostener. Evitar el crecimiento del consumo, sigo pensando en qué pensaría de evitar el consumo de tinto. Diversión sana... a mi también me gusta correr, pero hay tipos a los que lo que les hace bien es un porro, de correr ni hablar. (Pacientes con cáncer, por ejemplo).
La iglesia es contraria a la liberalización del consumo de drogas. Obviamente... pero no todos profesan la misma fe y el nuestro es un país que respeta el derecho de cada uno de profesar sus propias creencias, o no?

Ruy Martínez Allende

7 ene 2009

La Pobreza Funcional en Argentina

Nota publicada en la versión impresa de Ámbito Financiero, 6 de enero 2009

La vanidad de los economistas y la crisis
Por: Agustín Etchebarne

A los economistas ponernos de acuerdo nos resulta ilusorio, ya que miramos al mundo de maneras muy diversas. Algunos se han enamorado de las matemáticas y creen factible encerrar el comportamiento de más de 6.000 millones de personas en unas pocas ecuaciones. Luego, se animan a proponer que el Estado intervenga continua y crecientemente en la economía para evitar el natural ciclo de vacas gordas y flacas. En los hechos, los modelos matemáticos jamás han logrado predecir el nivel de empleo, la inflación, o los precios de los activos. Pero, cuando analizan los errores del burócrata de turno, son tan duros como los liberales. Sin embargo, están convencidos de que ellos no se hubieran equivocado.
Desde la escuela austriaca, en cambio, vemos un mundo demasiado complejo para ser atrapado por las matemáticas. La sentencia de Delphos -«Conócete a ti mismo»- ya nos parece tarea ciclópea. En cuanto a las mujeres, ni siquiera lo intentamos, sólo nos queda amarlas. Si pensamos que la mitad de los habitantes somos hombres, racionales, pero también emotivos, enamorados, apasionados, deprimidos, apáticos, embelesados, ardientes, ebrios, fogosos, abatidos, virulentos, rebeldes, enojados o tranquilos. Y la otra mitad, mujeres bellas, deseadas e incomprendidas. No puede resultar extraño que nos maravillemos entonces frente al prodigio del mercado. Ese lugar donde las personas intercambian voluntariamente, sin coacción alguna, su trabajo, sus bienes y sus ideas y cooperan espontáneamente buscando su propio interés. Nos cautiva observar cómo de esa manera caótica y multifacética los hombres logran frecuentemente alcanzar el progreso y el bienestar general, guiados según la genial metáfora, por una mano invisible. Como no somos anarquistas, sabemos que el mercado requiere previamente que impere la ley, la justicia y la seguridad, para respetar los derechos individuales: la vida, la libertad y la propiedad de las personas. Es decir que el robo, la estafa, el engaño, el asesinato, la intimidación, sean penados en su justa medida. Por lo tanto, nos concentramos en mejorar las instituciones que permiten el libre intercambio de bienes y servicios tratando de que el Estado interfiera lo menos posible porque desconfiamos del administrador de turno, de sus habilidades e incluso de sus intenciones; mientras, somos celosos defensores de las libertades individuales.
Pese a partir de ópticas tan distintas, muchos economistas advertíamos desde hace tiempo la existencia de importantes desbalances en la economía internacional y en particular en los EE.UU.Con el resto de los keynesianos, el recientemente laureado con el premio Nobel, Paul Krugman, apoyó el salvataje de u$s 40.000 millones a México durante la crisis del «tequila», con el argumento de Guillermo Calvo «Why was so large a punishment imposed for so small a crime?». (¿Por qué un castigo tan grande impuesto para un crimen tan pequeño?) Con argumentos parecidos apoyaron también la actitud del FMI y de la Fed en actuar enérgicamente frente a cada crisis. Tailandia y Hong Kong en 1997; en 1998 Rusia y el salvataje al fondo especulativo Long Term Capital, que tenía 100 veces más activos que patrimonio.
En 1999 Paul Krugman publicó «The return of depression economics», donde advertía los desequilibrios que ya eran inocultables en EE.UU. y en China. Pero, pese a su título, no temía que se repitiera la crisis del 30 porque sabía que los burócratas habían aprendido la lección de la equivocada intervención en aquella época, en que habían recortado el gasto y aumentado las tasas de interés. Esta vez estarían atentos a inflacionar con prontitud la economía para impedir que se profundice la recesión. En efecto los burócratas de los bancos centrales mundiales reinflacionaron las economías, y la recesión fue tan breve que no logró corregir ningún desequilibrio. La Reserva Federal mantuvo las tasas deprimidas desde el inicio del milenio. Fue rápida para bajarlas y lenta en subirlas cuando reapareció la inflación. A partir de enero de 2005, Krugman empezó a hablar de la burbuja inmobiliaria, y del déficit comercial. A mediados de 2006 ya señalaba el peligro de una recesión. Advirtió también que EE.UU. gastaba demasiado, tenía un ahorro negativo y que el peor gasto público por lo improductivo era el militar, por una guerra que aborrece. Lo sorprendente es que no creía que la inflación era un problema, ni criticó la laxa política monetaria. Más bien, se dedicó a advertir sobre el crecimiento de la desigualdad, el problemático sistema de salud, y finalmente cuando señaló que la burbuja inmobiliaria apuntaba a generar una caída importante en la economía, su crítica pasó a ser la falta de regulaciones y la codicia de los banqueros de Wall Street, como en su último artículo «The Madoff Economy».
Desde nuestro observatorio, advertimos los mismos desequilibrios fiscales y comerciales, el problema de la falta de ahorro, y muy tempranamente advertimos sobre la burbuja inmobiliaria y la especulación financiera y el inevitable «Bust» (explosión). La diferencia es que desde nuestra perspectiva, el exceso de especulación y las burbujas financieras e inmobiliarias, fueron la consecuencia directa y natural de la manipulación artificial de las tasas de interés. Menores tasas a las que libremente fijaría el mercado implican menor ahorro, mayor inversión y distorsionada estructura intertemporal (como nos enseñara Hayek), mayor consumo y sobreprecios en los mercados de activos durables, sean acciones o inmuebles. Así, donde ellos ven un problema de desregulación excesiva en un mercado demasiado libre y hombres codiciosos e inmorales, nosotros vemos un mercado de dinero nacionalizado por el Estado, con una Central de Planificación, llamada Reserva Federal, que no deja de hacer macanas desde que inició su actividad en 1914 y con 75.000 páginas de regulaciones que nos parecen completamente excesivas y que se han demostrado inútiles para refrenar la codicia estimulada por las bajas tasas de interés y los permanentes salvatajes de los burócratas estatales.En suma, lo que fue provocado por un exceso de emisión de dinero, ellos creen que se corrige con una masiva inyección de más dinero. Los políticos (y los keynesianos) se interesan por los efectos de corto plazo, pero el largo plazo llega fatalmente y afecta a la generación siguiente. La crisis actual terminará de dos maneras, o bien cuando naturalmente se digieran los excesos, o bien, si la intervención de los gobiernos es «exitosa».
(*) Titular del Foro Republicano.