8 feb 2008

Patético comportamiento político

El acuerdo entre el ex presidente de la Nación y su ex ministro de Economía deja nuevamente al desnudo el hecho de que a la dirigencia argentina no la impulsan las ideas, sino el mero interés personal de acumular poder para cuidar su medio de vida.
La nueva alianza entre Néstor Kirchner y Roberto Lavagna no debería sorprender en absoluto. Y no debería sorprender por dos razones: a) en lo ideológico no existen diferencias sustanciales, por más que Lavagna haya atacado duramente a los Kirchner durante la campaña electoral. Son cosas que se dicen en las campañas para diferenciarse de los otros competidores pero sin una profunda convicción y b) porque a esta altura del partido es más que evidente que buena parte de la dirigencia política, no todos, han tomado esta actividad como una profesión. Como un negocio personal.
¿Por qué sorprenderse de esta nueva alianza si, finalmente, Lavagna fue funcionario del gobierno de Alfonsín, del cual se fue cuando vio que el famoso festival de bonos iba a estallar mal y luego estuvo con Duhalde, primero aliado y luego acérrimo adversario de Kirchner, para nuevamente irse del gobierno de este último cuando advirtió que la inflación se desbordaba? Si alguna habilidad política debe reconocérsele al ex ministro de economía es su capacidad para anticiparse al hundimiento del barco y saltar antes que el resto de los pasajeros.
A decir verdad, sería injusto cargar las tintas sobre Lavagna por este triple salto mortal para tratar de caer siempre parado. Ex menemistas que pasaron al bando kirchneristas hay a montones, empezando por los mismos Kirchner. Borocotó se destacó solamente por la forma tan alevosa en que optó por cambiar de bando. Pero también tenemos a muchos ex duhaldistas que eligieron mantener su cuota de poder cambiando de equipo y hasta el mismo Duhalde acaba bendecir la nueva alianza.
Dirigentes sindicales, empresariales, periodistas y hasta intelectuales suelen cambiar de ideas como de camisa. Por ejemplo, con todo el afecto personal que le tengo a Carlos Escudé, no puedo menos que sonreír cuando lo escucho haciendo una defensa a ultranza del kirchnerismo, pidiendo disculpas por sus críticas anteriores al oficialismo. El caso de Escudé es curioso porque el debate no es sí está bien o mal el tipo de cambio “competitivo” o el impuesto a las exportaciones, el debate es si el kirchnerismo respeta la democracia republicana. El cambio de postura de Carlos Escudé no es por una cuestión marginal, sino que hace al corazón de la organización institucional de un país. Curioso cambio de opinión, entonces, para un especialista en análisis político.
Cuando Alfonsín sostiene que el acuerdo Kirchner-Lavagna no tiene nada que ver con el pacto de Olivos que él impulsó, porque, según el ex presidente, dicho pacto buscaba salvar la república, también mueve a risa porque nunca hubo tanta ausencia de república como en la actualidad. La reforma constitucional de 1994 fue nefasta para ordenar institucionalmente la Argentina.
¿Por qué los radicales van a sentirse defraudados por la actitud de Lavagna si, finalmente, varios de sus principales espadas vieron con beneplácito la caída de De la Rúa, cuando no contribuyeron para que ello ocurriera?
¿Acaso el mismo Duhalde no llegó a decir que la dirigencia política argentina era una dirigencia de m…?
Pero volviendo al comportamiento de los políticos en general, es obvio que aquí no existe una lucha por las ideas, sino que existen luchas por cuotas de poder, el cual, una vez alcanzado, se transforma en un magnífico negocio personal que, normalmente, es disfrazado con un discurso progre con alto contenido emotivo sobre los pobres. Los pobres les interesan muy poco, es más, a mayor pobreza y más dependencia del Estado para sobrevivir, más negocio para esta casta de profesionales del poder.
Frente a este denigrante comportamiento de buena parte de la dirigencia política, pasa a ser inevitable el desinterés por la cosa pública en el conjunto de la población. La gente sabe que la falta de decencia es una constante y, en consecuencia, le da lo mismo que gane el candidato A o B. La Argentina está sumergida en un delirante juego de poder, desprecio por la moral, la palabra empeñada y la honestidad. Todo se limita a una feroz y salvaje lucha por apropiarse del ingreso y del patrimonio de terceros y, para eso, hace falta tener el poder o estar cerca del poder. El Estado se ha transformado en una máquina de saquear a los ciudadanos para, con los recursos de ese saqueo, alimentar las billeteras de los cortesanos del poder. El primer paso consistió en poner la política por encima del estado de derecho, es decir, el que tiene el poder manda y no se somete ninguna norma preestablecida. No existe el gobierno limitado, existe el gobierno todo poderoso, y entre un gobierno todopoderoso, aunque haya surgido del voto, y una dictadura no hay diferencia. La única diferencia consiste en la forma de llegar al poder. Un formalismo que no cambia el fondo de la vida institucional.
La existencia de ese gobierno todopoderoso es lo que genera este comportamiento tan despreciable en el que los políticos cambian de bando con tanta facilidad. Se sabe que el que llega al poder tiene el monopolio de la fuerza para imponer su capricho y es la llave para manejar miles de millones de dólares sin tener que rendir cuentas.
Como esta es la regla que rige en Argentina, la conclusión inevitable es que estamos en un tobogán en el que se acelera la caída porque para sobrevivir todos saben que deben hacerlo a costa de los demás. Estamos en un frente a un patético comportamiento político, en el que la moral pública se irá deteriorando cada vez más, liderada por una dirigencia política que en su mayoría es inculta y solo pasa por sus mentes apropiarse del monopolio de la fuerza que le delegamos, para mejorar sus patrimonios y los de los algunos elegidos por ellos.
No es tan difícil de comprender que si el saqueo es la regla que impera, habrá pocos generando riqueza, muchos robando lo que se produce y muchos más consumiendo. ¿Alguien puede creer que con esta regla vamos a salir adelante?

(Extraído de Economía para Todos: www.economiaparatodos.com.ar)